domingo, 26 de agosto de 2007

¡Válgame Dios! ¡Estoy en conserva!

No. No me refiero a que no aparento mi edad (esperanza y consuelo ficticio si lo hay, cuando lo que se ve no refleja todo el descalabro que los años hacen por dentro). Salvo que, trayendo el pensamiento mágico (u homeopático) al ruedo, la apariencia vaya ligada por homonimia a la ideología...
(Deliro: Homonimia, homofonía, ¿homofobia?...)
Todo el laburo que me tomé de buscar viejas cosas que escribí para poner en el blog ha rendido sus frutos.
Unos frutos inesperados, como suele suceder...
Uno se pasa la vida buscando un lugar "mental" donde ponerse en relación con el universo que lo rodea, esperando contribuir a la mejora global de las cosas con su mínimo micrón de arena. Llega incluso a forjarse una cierta reputación de "marginal", por acción y por defecto.
¿Para qué?
Para desenterrar cuentos de otras épocas en que escribía más prolíficamente y descubrir que, invirtiendo la causalidad temporal, ¡uno ya era un conservador desde joven!
Donde dice uno, si fuera honesto, debería decir yo, obviamente. Pero es muy difícil ser honesto cuando la crítica es para uno (mí).
Veamos los hechos. Clickeando en Lo que escribo en el Indice temático de este blog, a vuestra izquierda, se puede acceder al listado de cuentos, poesías y material no clasificable que posteé en el blog.
Ahí encontramos High Heels, Piedra y A fuego lento que son directamente fábulas moralistas en que alguien que hace un "mal" (desde una simple desobediencia a la autoridad hasta una serie de asesinatos) es castigado con la muerte y/o el Infierno mismo, en alguna de sus formas. No hay grises, ni excusas. Ni siquiera una mínima sutileza.
Después tenemos Bandar, en otra categoría: la de la descripción de una realidad eterna sin atisbo o posibilidad de transformación. Mucho más sutil, pero mucho más perniciosamente conservador que la fábula moral.
Pero hay un caso particular, que data de 1988: Amigos. En este hay que meterse más profundo para ver el punto (Tal vez no. Tal vez a mi me parezca menos evidente por simple cercanía). En esta historia un "amigo" tiene una "enfermedad" que contagia a otro amigo, por un contacto físico estrecho ("casi íntimo"). Esta enfermedad hace que el protagonista se transforme (literalmente) en lo mismo que su amigo era... ¡Si esto no es una parábola homofóbica, no se lo que es!
Maldita homonimia.
Moraleja: nunca, pero nunca jamás, apliques tus herramientas de análisis crítico a tus propios escritos. Podés descubrir que no sos quien creés que sos.

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